En la constelación del pop contemporáneo, HAIM, —el trío de hermanas californianas ESTE, DANIELLE Y ALANA— se distingue no solo por su mezcla vibrante de pop-rock, R&B y folk, sino por una fidelidad radical a sí mismas. Las hermanas son conocidas por su estilo relajado, casi andrógino, y su música cruda y orgánica.
Tras el éxito de su debut Days Are Gone (2013), la industria intentó empujarlas hacia un molde más “femenino” y domesticado.
Dudaron un instante, pero eligieron la senda más ardua y luminosa: seguir su instinto, y presentarse tal como eran, sin adornos excesivos.

Asi nacieron Something to Tell You (2017) y Women in Music Pt. III (2020), discos que las consagraron con su primer Grammy y aclamación crítica.
Y sin embargo, su identidad no se revela solo en los discos, sino también en lo inesperado del escenario. En uno de sus primeros grandes festivales, mientras el sol caía sobre una multitud expectante, la correa del bajo de Este cedió en pleno clímax de una canción. El instante pudo haberse vuelto caótico: un silencio incómodo, un fallo técnico que arruina la magia. Pero Este, con una mueca exagerada, esa mezcla de pánico y humor que ya es parte de su firma escénica, sostuvo el bajo como pudo y siguió tocando, sin perder ni el pulso ni la sonrisa. Lo que pudo ser un tropiezo se convirtió en un gesto inolvidable de carisma y temple.
Esa pequeña escena es, en el fondo, una metáfora de HAIM: la gracia bajo presión, la capacidad de transformar el error en encanto, la música como territorio de verdad.
La lección que dejan HAIM es clara:
Ser artista no es solo afinar la voz o ejecutar con perfección; es atreverse a ser uno mismo en un mundo que constantemente pide máscaras. Es confiar en el instinto cuando las dudas arrecian. Es aceptar que los imprevistos suceden —un bajo que se suelta, una nota que se quiebra— y que, lejos de arruinarnos, pueden revelar la humanidad que nos conecta con quien escucha.
HAIM nos recuerda que la autenticidad no es solo un estilo, sino un acto de valentía.
Su lección resuena más allá de la música: el éxito duradero no se mide por la obediencia a las expectativas externas, sino por la valentía de permanecer fiel al propio estilo, incluso cuando el mundo insiste en uniformarnos.